EL BARRO: VERDUGO O ALIADO
(por Origenes)
Foro A Galopar & Turfinternet, 27/08/2006

Los factores que determinan que un caballo se comporte sobre una pista pesada mejor respecto a sus rivales que en una superficie seca, son múltiples. Ninguno de esos factores resulta determinante por sí solo, sino la combinación de varios de ellos. Además alguno de los condicionantes es favorable en cierto sentido y desfavorable en otro.

Por mi experiencia como aficionado puedo citar unos cuantos, pero seguro que hay otros que los profesionales conocen y no son tan claros como los que a continuación expongo:

Primer factor: Casco grande. Este es evidente, pues a mayor superficie de contacto sobre el suelo, el peso del caballo se reparte más, con lo que se clava menos. Por eso los humanos se ponen raquetas en los pies para andar sobre la nieve en las regiones frías.

Segundo factor: Amplitud y frecuencia del tranco. Si dos caballos cubren la misma distancia en el mismo tiempo, pero el primero tiene una acción más larga y emplea menos trancos, el segundo de ellos es más eficiente en terrenos pesados. Un tranco corto propicia despegarse una fracción de segundo antes, lo que hace que el hundimiento en el barro sea ligeramente menor.

Tercer factor: El peso del caballo. Está claro que a mayor peso del animal, la presión sobre la superficie es superior. Claro que esto tiene sus límites. Despegarse de un suelo pegajoso, supone disponer de potencia suficiente para hacerlo. Un caballo pequeño pero débil se clavará menos pero le costará más salir de la superficie fangosa. Además esto enlaza con el siguiente factor.

Cuarto factor: El peso del Jockey. Con barro la escala se alarga, los kilos se vuelven “proporcionalmente más pesados” si se me admite la definición. Los pesos bajos se ven favorecidos respecto a los pesos altos. Un caballo que en pista seca tenga un valor superior a otro cifrado en diez kilos, probablemente no debería portar más de nueve en pista embarrada para equilibrar el handicap. Este factor favorece a los caballos más fuertes frente a los de físico diminuto, pues los kilos se vuelven mucho más incómodos en superficies pesadas y los más poderosos lo acusan menos.

Quinto factor: Forma de correr. Hay caballos que recorren los metros de una prueba a ritmo más o menos monocorde, mientras que otros gustan de relajarse durante el recorrido y acelerar en la recta. La pista embarrada favorece a los primeros y penaliza a los caballos veloces. Correr en punta suele ser favorable siempre y cuando el paso sea el correcto. Los jockeys, sabedores de que en estas condiciones correr en retaguardia no resulta aconsejable, en ocasiones compiten por coger la cabeza de forma tan desaforada, que sacan de paso a sus monturas. Por eso a veces, los hundimientos en la recta de los que han ido en punta son espectaculares, dando la impresión de que los que les sobrepasan rematan como aviones, cuando en la realidad no hacen mantener el mismo nivel de galope durante toda la carrera. El sentido del paso es una cualidad primordial entre los jockeys. Sobre pistas con un estado variable, hay que tener una sensibilidad enorme para no errar en el ritmo. Otra cuestión es la molestia que produce recibir en la cara el barro que despiden los cascos de los caballos que marchan en cabeza. Cuando la carrera se disputa sobre arena mojada, el perjuicio es aún mayor, tanto para el caballo como para el que lo monta.

Sexto factor: La cuestión psicológica. Es la menos visible, pero quizás la más importante. Simplemente hay caballos que odian el barro, no les gusta competir en estas condiciones, sufren por ver mermada su capacidad galopadora, mientras que otros por el contrario parece que les divierte. Además, si la carrera se disputa con lluvia fuerte, puede ser otro elemento de consideración para determinados ejemplares.

Así que la combinación más favorable se daría en un handicap, con un caballo de tamaño medio tirando a pequeño pero robusto, con cascos grandes para su talla, al que le gustase correr en punta; que por supuesto disfrutase corriendo sobre el barro y tuviese una acción corta y monocorde. A esto se le añade que cargaría un peso bajo, y sería conducido con un jockey sin plomo en la montura (todo el peso “vivo”).

Otra cuestión es la virtud de elegir el “pasillo” que se encuentra en mejores condiciones. Nunca suele ser el mismo, pues depende mucho de lo pisoteado que esté. A veces se corre más deprisa cerca de la cuerda, mientras que en otras ocasiones resulta preferible coger zonas más exteriores. En este análisis es fundamental observar el comportamiento de los caballos en las carreras inmediatamente anteriores. Hay jockeys que, interpretando correctamente esta situación, consiguen victorias donde otros las pierden. Un gran jockey lo es en todos los aspectos; no solo montando, sino en el análisis previo de la carrera, estado de la pista, rivales, etc.

Hace veinte años, sabía que caballos iban en el barro y cuales no. Mis conocimientos del contingente actual de purasangres no es todo lo bueno que me gustaría. Al vivir en Pontevedra, salvo en ocasiones puntuales, solo veo carreras por el ordenador y por la tele, por lo que no me veo capacitado para opinar si éste o aquel ejemplar es bueno en barro. Pese a la clara predisposición genética hacia las pistas fangosas, la enorme variedad de orígenes existente entre los caballos que hoy disputan carreras en nuestros hipódromos, me tiene muy despistado.

En el pasado era “vox populi” que los hijos de Caburé, Goyaz, Frisco, Rheffissimo, etc, eran los mejores sobre pista pesada. Como paradigma de todos los barreros, no puedo terminar estas notas sin acordarme de una yegua cuyo valor variaba como el día lo hace de la noche, según la pista estuviese seca o mojada. Se trataba de ISHAYA, una hija de Goyaz y Sunide. Este ejemplar, según mis registros, era no menos de diez kilos mejor en barro de lo que lo era en seco. Fue una simple yegua de handicap, pero esa predilección por los terrenos húmedos la hizo en su día muy popular y propició algún que otro sonoro batacazo en las apuestas.

Otro día hablaré sobre el mito o realidad, respecto a la habilidad de los tordos en los días nublados.