Sobre la Inocencia (por Carolina Smith Barnes)
Foro A Galopar & Turfinternet, 20/11/2006

EL BINOMIO DE LA INOCENCIA

Cuando el joven Werther atraviesa el vestíbulo y, ante él, se presenta la escena de una, aún desconocida, Carlota vestida sencillamente, repartiendo rebanadas de pan a sus seis hermanos pequeños, lo califica como el espectáculo más encantador que jamás hubiera visto.

Es Carlota uno de los personajes más admirablemente inocentes de la Literatura Universal pero también lo es, y tal vez en mayor grado, Werther. Werther es el primer gran romántico. El prototipo de los inocentes románticos posteriores.

Carlota y Werther. La relación sin futuro de dos espíritus nobles e inocentes.

Recuerdo mi primera vez en el Ascot de antes. Tampoco yo he vuelto a ver un espectáculo semejante.

Me cuenta mi amigo Felipe, un rioplatense irrepetible, burrero y gallina al que la hipocondria sólo se le pasa en un hipódromo, que en estos días los aficionados españoles recelan de los jockeys. Felipe visita hipódromos por prescripción de su siquiatra y fue en una de sus curas donde nos conocimos. Desde entonces, cruzamos algún email que otro y es por él, por quién me mantengo al día de lo que pasa y de lo que no pasa en el primer y único mundo para Felipe. Las Carreras.

- Carola – me cuenta - los de la perrera tienen a los jockeys españoles bajo observación. Abusan del látigo contra los riñones de los sufridos pingos o les parten la boca volviéndoles la cara a los partideros cuando los demás se van para la raya para, al domingo siguiente, pasearse sin pudor. ¡Ni en Palermo! Si, raramente, se sanciona, las multas de los comisarios son ridículas y no ejemplarizan porque organizadores y medios tapan la información para evitar la supuesta mala imagen. Alguien debería explicarles, ¡y esto lo dice un argentino!, que la imagen lamentable es la de el abuso o la pillería no castigados.

Los entrenadores hacen lo que la mujer de Lot y los nuevos propietarios no se enteran de nada más que del pajarito de la foto mientras a su espalda, el caballo, el mismo del que minutos antes se pavoneaba ante su séquito en el paddock, vuelve al box molido, sudando, con la cabeza a ras de suelo, sin mantilla, número ni nombre y sin comprender nada.

Pocos espectáculos son tan asqueantes como el abuso de la fusta sobre el pura-sangre agotado. Nauseabundo si es un dos años.

El caballo de carreras, ese ser maravilloso de estampa aristocrática, sentimientos nobles instinto altruista y sangre azul es el gran inocente del mundo de Felipe. Un ser glorioso destinado a ser paradoja de domingo: promesa y decepción; héroe, mártir y villano; bueno y malo; veneno y medicina; individuo y colectivo; imprescindible e inútil; dios y carne.

El caballo de carreras. Flor transgénica de invernadero, prenda de lujo, dulce veneno. Sale a la pista y no sabe a qué va. Desconoce cuántas vueltas quedan y si va delante o detrás. No sabe quién le pega ni porqué. El es el gran protagonista del negocio pero ignora cuál es su rol y cuál su destino.

Y luego estamos los de la grada. Felipe y felipes. Optimistas sin doblez ni costuras. Fieles integristas que entramos en el hipódromo con el taco y salimos descalzos. Que necesitamos creernos todo para llenar la siguiente semana de patas, forfaits y favoritos. Para poder volver. Obsesos y crédulos monoteístas, “¡Oh, Carlota! ¿Qué hay en el mundo que no traiga tu recuerdo a mi mente? ¿No estás en todo lo que me rodea?”
Nosotros somos igual de inocentes que el caballo en la ruleta rusa del trío y la gemela.

Caballo y aficionado formamos el gran binomio de la inocencia porque ambos quedamos fuera de la cocina a la hora de preparar el condimento del guiso que se cuece en el misterio con olor a alfalfa de las cuadras. Fuera de la capilla en la que se reúne el concilio de los enterados y se decide por el burro y por nosotros. Y precisamente eso es lo que nos une: nuestra condición de ajenos y protagonistas.

Burrero y burro, horse and turfman. Werther y Carlota. Romanticismo, mucho romanticismo.

A Werther, su fair play y su obsesión no le fueron de gran utilidad y terminó sacándose la inocencia y el romanticismo y metiéndose una bala.

So long… Charley

 

Carolina Smith-Barnes

carolinasmithbarnes@hotmail.com