UNA PANDILLA DE LUNÁTICOS
(por Leonard Quercus)
Foro A Galopar & Turfinternet, 17/02/2007

Se dice que si un hombre tuviese tantas ideas durante el día como cuando padece de insomnio amasaría una fortuna.
La noche del lunes pasado, la noche de Santa Eulalia, tras haber repasado una vez más las respuestas a mi artículo La Historia Interminable, un insomnio impenitente entró sin llamar en mi casa, pasó incólume por el pasillo, campante por el salón, se detuvo en el baño el tiempo suficiente para coger fuerza y, colándose por la rendija que forma la puerta de mi habitación entre su filo y el marco donde se encaja la puerta, estuvo asediando mi cuerpo y mi alma con la fiereza de un huracán de categoría 5 en la escala de Saffir-Simpson a lo largo de seis horas.
Al principio no le di importancia. Por primera vez en mucho tiempo ese lunes había podido echarme una siesta y me encontraba con nervio para plantarle cara al insomnio al menos por un buen rato.
A la hora y media comencé a impacientarme; el reloj verde que nos habían regalado en la tienda en la que compramos los muebles cantaba desde su puesto en el aparador las dos de la madrugada. Decidí ponerme manos a la obra y concluí que lo más acertado era contar caballos en orden alfabético.
El primero que hizo su aparición fue Asturcón, tordo oscuro. "Pero Asturcón -me dije- debería ir después de Aprisco, el de Alberto Carrasco". O de Aralar, pensé enseguida, que era tordo también.
En fin, que como no me convenció lo del orden alfabético quise hacer salir a los cuadrúpedos al pasillo. Y salió Aprisco, junto con Aralar, mansamente. Asturcón, en cambio, en un descuido mío, se quedó acurrucado junto a la mesilla.
Mi idea, entonces, fue contar caballos en base al orden alfabético de las cuadras a las que pertenecen o pertenecían. Y empecé muy ufano con los de la Cuadra Asturias: Bable, Castropol, Serial, Lymington...
"Vaya -me interrumpí-. Me he olvidado de la Cuadra Arabián, la de Indian Prince". Y tuve que pedirles que saliesen.
El primero, por supuesto, Indian Prince, puntero como es lógico y con su zancada de atleta. Luego Lymington, Serial, Bable... Lo que más tarde supe fue que Cabrales, zascandil y retozón, se había escondido en el tercer cajón del armario ocultándose bajo la bufanda.
Opté, por consiguiente, coincidiendo con la tercera hora de insomnio, por contar caballos según mi orden de propensión.
Y llegó Reckord, ese alazanazo que me robó el espíritu con su físico de pastorón; y Cocoliso detrás, que nunca pasó de segunda parte de Hándicap y era pequeñito y manejable. Y pasó Belicoso, con sus doradas crines. Y Pagoda, tostadita, tostadita... Y La Ribera, que luego nos dio a El Cri Cri. Y yo estaba feliz entre todos ellos hasta que me di cuenta de que Siux no se encontraba con nosotros.
"¿Y Siux?" "¿Dónde está Siux?"
Y al responderme Eco que Siux no había podido venir, tuve que volver a exigir que se desalojase la habitación. Ese fue el momento que eligió Salmonete, que era igual que su madre, Sariboy, para ocultarse detrás de las cortinas.
Así pues, cuando el reloj verde del aparador dijo las cuatro y veinte definí que era perentorio llamar a los vallistas. Y ese fue mi error porque detrás de Bookmaker y Nástic pasaron Crazy, Enzino y First y disuadieron a los otros para, los cinco, saltar la cama en los dos sentidos y de forma ininterrumpida hasta el amanecer.
Fue por ello que mi mujer, despertada por esa algazara de cascos y resoplidos, y al tiempo que me remitía al catre frío y señero de la habitación de los huéspedes que nunca hemos tenido, me lanzó la advertencia última de que si se volvía a ver involucrada en un negocio de equinos en la intimidad de su alcoba, ella y yo tendríamos más que palabras.
Y yo salí a un destierro de huésped en mi propia casa apenas media hora antes de tener que ponerme en danza para la tarea cotidiana que me toca y sin haberme percatado de que Nástic, ágil y resuelto, se había parapetado juguetón en el hueco que queda entre el calefactor y la pared.
Llegados a este punto, y toda vez que mi esposa se levantó el martes saludada por los relinchos de cuatro animales disimulados que recordaban mi época joven en La Zarzuela, he de contaros que sigo en la habitación de huéspedes con Nástic, Cabrales, Salmonete y Asturcón, que mi esposa me ha negado mis prismáticos de abolengo y la fusta con la que aguijoneo el sofá en el que veo acaballado las carreras por la tele, que mis ideas de insomne pertinaz aún no me han hecho millonario, y que tanto tiempo de barbecho sin carreras en Madrid están acabando, como os dije, con el poco juicio que reservo para todo lo que no sean las carreras.
Lo único que me consuela es que si me habéis leído hoy hasta aquí, si habéis pensado que antes de Aprisco y siguiendo el orden alfabético mencionaríais a unos cuantos más, que antes de la Cuadra Arabián colocaríais a alguna que otra, si habéis repasado a vuestros caballos favoritos, y si habéis recordado a esos vallistas que a mí se me olvidan, vosotros participáis también de mi locura.
Y si participáis también de mi locura, yo tenía razón: este foro nos hermana.
Y eso significa que todo está bien.