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EL SISÓN. 
Autor Mensaje
Leonard Quercus
Registrado: 13 Dic 2006
MensajePublicado: Lun May 21, 2007 3:46 pm    Asunto: EL SISÓN.

Algunos decían que era militar de rango alto, de los condecorados con alguna cruz de esas con advocaciones de santos o héroe de alguna guerra. Otros decían que no, que de militar nada; que era, simplemente, otro de esos individuos peculiares que hacían de nuestro Hipódromo un lugar muy peculiar. Sin embargo unos y otros coincidían en que el Sisón era un tipo con dinero.
El Sisón aparecía en La Zarzuela a primera hora los domingos cuando en la primera de la jornada los participantes eran cinco caballos o menos y se anticipaba un ganador claro. Generalmente este ganador claro era un Rosales y el jockey, por descontado, Claudio Carudel.
Las lenguas de unos y las lenguas de otros (las lenguas de los que afirmaban que el Sisón era un militar y las lenguas de los que concluían que era un tipo peculiar) concurrían también en que el Sisón se jugaba cien mil "pelas" al Rosales o al hipotético fijo como ganador.
En un tiempo en que muchos de nosotros apostábamos al Rubio casi por inercia y en esas carreras sin apuesta de colocado el acierto le habría de suponer al Sisón, como máximo, seis mil duros de beneficio, pero imagino que a él no le quitaba el sueño el riesgo y que la ganancia le compensaba los nervios hasta que los animales cruzaban la línea de meta.
El Sisón se situaba en el lado del paddock donde nos congregábamos los abonados de Preferencia, siempre a cubierto, y con independencia de las vicisitudes climáticas del día el Sisón acudía a La Zarzuela con un guardapolvos gris que a duras penas contenía su corpachón enorme de ciento cincuenta kilos.
Nosotros lo apodábamos el Sisón por la arraigada costumbre que tenía de llamar la atención del jockey de su caballo -cuando al fin el jockey lo montaba unos minutos antes de salir a la pista- con un bisbiseo particular y atronador que ejercía pegando la barbilla al pecho y que sonaba como un ssh(i)ssss.
Este ssh(i)ssss atravesaba el ámbito como una flecha y conseguía atrapar no sólo el interés del jockey del caballo por el que iba a apostar, sino también el interés de los demás jockeys, el interés del caballo apostado y el de los demás caballos, y el interés de cada uno de los que vigilábamos bolígrafo en ristre los prolegómenos de la prueba, logrando, además, dos efectos colaterales: un silencio sepulcral que no osaban interrumpir ni los pájaros en sus árboles, y el asombro pavoroso de los niños más pequeños, que debían ver en aquel voluminoso protomacho al Custodio Telúrico del Orden y el Concierto dentro del recinto.
El caso fue que un domingo soleado, y después del rito del ssh(i)ssss insoslayable, el Rosales de turno, que bien pudo haber sido Brezo, Balada, El Gran Condor, Temblor o Llama, resultó segundo en el acomodo definitivo a un cuello del triunfador dejándonos a todos con una sensación rara de desasosiego y a los pájaros en sus árboles, atónitos en las ramas, sin saber cómo retomar el hilo de su canción.
Ya no se volvió a ver al Sisón entre los aficionados que éramos de entonces, por lo que, en seguida, saltaron los que aseveraban catastrofistas que no sólo eran cien mil pesetas lo que se había jugado el Sisón aquella tarde, ni los que terciaron que habiendo abandonado sus accesos de prodigalidad tras aquella bofetada del destino en forma de segundo puesto se daba el Sisón a dormir la siesta en uso de buen retiro con su Cruz de San Raimundo de Peñafort moviéndose al vaivén de la marea sísmica de su tórax de megaterio las horas que antes pasaba en el Hipódromo.
Ya no se volvió a ver al Sisón entre nosotros, decía, pero hay mañanas en La Zarzuela, cuando en la primera del programa los caballos no son muchos y hay alguno que se destaca por su "chance", que busco en ese lado del paddock su guardapolvos gris y su perfil de Pantagruel.
Y no pierdo la esperanza de escuchar de nuevo algún día cuando los jockeys se montan unos minutos antes de salir a la pista aquel ssh(i)ssss fulminante y familiar que me convenza de que es cierto lo de que no todo se lo ha tragado la tierra.
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david reina

Registrado: 11 May 2007
MensajePublicado: Lun May 21, 2007 6:38 pm    Asunto: La historia de Don Paco

Este personaje del que hablas, enfundado en una gabardina beige en días de lluvia o en un abrigo austriaco verde era conocido del grupo de aficionados a las carreras de la edad de mi abuelo.

Se trataba de Francisco Campos , militar y farmaceutico, llegó a tener una cátedra , en Granada, hasta que le nombraron primero director general de farmacia, y se traslado a Madrid. Hizo mucha afición con el clan de los andaluces que en esa época de los 60 copaban los ministerios.
Recuerdo que me contaron que fue posteriormente el máximo responsable de los laboratorios militares donde elaboraban los medicamentos que se vendían y todavía venden en las farmacias militares y se distribuyen en las tropas de los ejercitos.

Efectivamente su aspecto a mí me impresionaba, yo era un niño y cuando yo lo conocí era muy mayor, en la época de los 90.

Podía pesar 180 kilos y no medía más de 1.60. Los trajes creo que eran negros o grises muy oscuros. Y en verano en las jornadas de mucho calor vestía unas guayaberas tipo las que usaba Gil.


Jugaba muy fuerte según me comentan en casa y era muy rosalista. Y según me dijo mi padre era uno de los asiduos a las partidas de póker del Círculo Mercantil con Jorge Antonio, Antonio y Fausto Blasco, etc.

Dejó de asistir al hipódromo porque según él Sarasola lo cerraría, y no se equivocó. Para D. Paco así le llamaban todos o casi todos eran unos rojos.....

Solía ponerse en la barandilla de la tribuna de preferencia, o en la tribuna de socios con varios militares de aquella época. Y en el paddock su chist chist, asustaba hasta al señor del bombónhelado.

Todo un personaje. Según me comentaron hace tiempo falleció hace unos años en Madrid, conviviendo con una antigua corista llamada Mari, con la que estuvo conviviendo durante muchos años
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