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CONMIGO VAIS, MI CORAZÓN OS LLEVA
Autor Mensaje
Leonard Quercus
Registrado: 13 Dic 2006
MensajePublicado: Lun Nov 05, 2007 9:57 am    Asunto: CONMIGO VAIS, MI CORAZÓN OS LLEVA

Son las 8 horas y 21 minutos de una soleada mañana otoñal, y muchos de los que ahora estáis leyendo, sea cuando sea, seguro que estabais dormidos cuando comencé a escribir esta milonga que hoy lanzo a ver qué pasa.
Siempre digo que me encantaría saber de árboles. Mi abuela Carmen, que murió joven, sabía de estrellas; y mi tío Feli, que vive en León, sabe de setas. Y cuando digo que mi abuela Carmen sabía y que mi tío Feli sabe quiero decir que mi abuela de estrellas lo sabía todo y que de setas mi tío todo lo sabe, que los que sabemos poco de algo de ese algo nada sabemos.
A mí me encantaría saber de árboles. Saber cuál es el color de las hojas del tilo y cómo es la sombra que brinda el roble. Eso, o tener la ciencia de la predicción. Pero de la predicción verdadera, que no sé de ningún adivino que se haya hecho millonario anunciándose a sí mismo con antelación los seis números de la Primitiva.
Hay una poesía de Antonio Machado que se inicia con el verso precioso: “He vuelto a ver los álamos dorados”. Si yo supiese de árboles bien pudiera asegurar que hay álamos en el Hipódromo, pero como no sé de árboles debo escribir que creo que hay álamos dorados cerca de las entradas, al refugio de cuyas sombras corretean los niños y sus vigilantes madres se sientan apacibles en los días bochornosos, cuando las ramas de los que yo creo que son álamos se transforman en liras del viento perfumado.
Un compañero de trabajo que se ha enterado de que me gustan las carreras de caballos me ha preguntado si le recomiendo venir a La Zarzuela un domingo de estos. Yo, que sigo alarmándome como el infante egoísta al que le toman prestado el triciclo o como el novio celoso al que le lisonjean a la novia en las narices cuando alguien nuevo me amenaza con acudir a las Carreras, me he visto abocado a diluir mi respuesta en cien mil réplicas increíbles:
¿A las Carreras? Sí..., claro; pero no vayas una mañana calurosa, que el sol aprieta en el Hipódromo debido a la inclinación del eje equinoccial diez o doce grados más que en cualquiera otra parte de Madrid.
¿A las Carreras? Sí..., claro; pero no vayas una mañana fresquita, que sé de quien no ha vuelto a caminar erguido a causa de los sabañones que se producen en el pies al andar tanto tiempo a la intemperie.
¿A las Carreras? Sí..., claro; pero no vayas con mucha gente, que los caballos son animales pusilánimes y se amedrentan si sienten de seguido muchos ojos observándolos.
¿A las Carreras? Sí..., claro; pero no vayas recién desayunado, que la pesadez de estómago deviene inexorablemente en peritonitis aguda en el setenta y cinco por ciento de los casos al contacto con el rocío del césped.
¿A las Carreras? Sí..., claro; pero es mejor que llegues a eso de las dos y media de la tarde, que el Hipódromo se disfruta más sin tanto agobio por todos los lados...
Sí, ya sé. Ya sé que no debería, que hemos de procurar que el número de los aficionados crezca y que prenda la mecha en los cuatro condados, pero es superior a mí.
Sigo siendo ese infante egoísta y ese novio celoso, y sigo pensando que los que declaran abiertamente que es mejor bombón de muchos que alcaparras para uno son unos osados.
Así que le diré a mi compañero lo que Antonio Machado me transmite a mí cuando leo su poesía esa de los álamos dorados o alguna otra de las que se le ocurrieron paseando entre San Polo y San Saturio: no te gustarán las carreras de caballos si no las llevas dentro.
En fin, camaradas; son las diez de la mañana de una soleada mañana otoñal, y muchos de los que empezasteis a leer esta milonga que yo he ido escribiendo a ratitos os habréis quedado traspuestos, arrastrados por mi latazo semanal a la callada tierra de los sueños.
Dormid, pues. Dormid tranquilos y al arrullo del eco de esos galopes suaves de las preciosas carreras de ayer.
Un eco de galopes suaves que seguro que vosotros también os encontráis dentro.
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