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Recuerdos
 
Autor Mensaje
bandido
Registrado: 29 Nov 2006
MensajePublicado: Mie Ene 23, 2008 11:25 am    Asunto: Recuerdos  

Comencé a ir al hipódromo de la mano de mis padres. Era uno de aquellos molestos niños para algún aficionado que corría por los jardines del paddock, que jugaba al fútbol en la terraza posterior de las tribunas con una pelota hecha de papel albal, y miraba con perplejidad a los “mayores” cuando se enfervorizaban cada media hora ocultando completamente con sus gritos la retransmisión de alguien que hablaba por los megáfonos. Eran tiempos de la feliz niñez, cuando tu único problema se planteaba cinco veces al año con los exámenes de matemáticas, cuando inventábamos juegos e imaginábamos situaciones o imitábamos a los personajes de una de las series de televisión de moda que ya mi memoria no alcanza a recordar. Me encantaba el recinto, sobre todo por la coca cola y las patatas fritas que tomaba cada mañana o tarde de domingo y la libertad con la que disfrutaba lejos de la mirada de mis progenitores.

Hasta una fría mañana de primeros de diciembre...

Una mañana gélida, con el sol sin fuerza, intentando levantar la helada tremenda de la noche anterior. Embutido en mi anorak y con unos guantes que apenas paliaba el dolor de mis dedos, volvimos a aquel recinto como cada domingo. Y por primera vez me asomé al paddock. Allí ví como paseaban a cuatro ejemplares, moviendo sus cabezas y sus colas, como si estuviesen saludando a las pocas personas que habían madrugado para ver la primera carrera. Me quedé contemplando la estampa, estupefacto, con la boca semiabierta... Me llamó poderosamente la atención la presentación de los animales, sobre todo uno, con las crines trenzadas, alazán si mi memoria no me falla. Permanecí contemplándolo hasta que un señor bajito (no tanto como yo) con una camisa amarilla y un aspa roja se subió al mismo y se encaminó hacia la pista. Rápidamente subí a la tribuna, a lo más alto, de pie encima de los fríos asientos de piedra y seguí con mi mirada el galopar de ese caballo que tanto me había llamado la atención, acompañado de los otros tres participantes. Contemplé a lo lejos cómo los metían en una estructura metálica uno a uno, hasta que un timbre ensordecedor sonó al salir los animales galopando en carrera.

Veía a mi favorito en la recta de enfrente, último. “Vaya ojo que tengo”- pensé – “Esto debe ser más difícil de lo que creía”. Pero cuando me disponía a bajarme para inventarme otro de mis clásicos juegos, ocurrió lo que nunca me hubiese imaginado. “Mi caballo” estaba al acecho de los otros tres participantes en la curva y veía como ganaba posiciones hasta desembocar en la recta final.

- “Colocación: Awabuy, Wamba, Cancún, Pisueña´s Gift”

Un estruendo producido por los gritos de los aficionados inundó las gradas. Por todo el exterior venía mi favorito como un misil, pasando a todos y cada uno de ellos hasta llegar a la meta primero con ventaja holgada sobre los demás.

- “Orden provisional de llegada: Primero caballo número 2 Cancún, segundo, caballo número 1 Awabuy, tercero caballo número 4 Wamba, cuarto puesto caballo número 3 Pisueña´s Gift...”

Sentí una alegría especial, una felicidad que nunca había experimentado. No había apostado, ni siquiera sabía como se hacía. Pero el hecho de que hubiese ganado mi caballo, mi elegido, hizo que abriese los ojos y descubriese ese mundo que tenía ante mí, desplazando y enterrando definitivamente mis juegos en los jardines y mis partidos de fútbol en las gradas.

Han pasado más de veinte años desde entonces. Volví a emocionarme con Cancún, con Richal, La Novia, El Inglés, Peloche, Pier Luigi, Fantomas, Indian Prince, Higinio y cómo no, con Bandido, al que por el cariño especial que tenía por el hijo de Bally Rockette y Creola tomé prestado su nombre para mi nick. Ahora soy yo el que grita en las tribunas mientras mis hijos juegan en los jardines y corren entre las carpas. Y confío que algún día, alguna mañana como la de hace veintitantos años, uno de ellos o ambos descubran esa sensación que me embargó y que no la volví a perder jamás... ni siquiera en los largos años en que el hipódromo de La Zarzuela, “mi hipódromo”, estuvo cerrado.
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