LORGOT
Registrado: 30 Nov 2006 |
 Publicado: Mar Mar 18, 2008 2:11 pm Asunto: El día que me quieras, carita de azucena |
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Carita de azucena tenía El Cid, el hijo de Blue Skyer y Gloria: el Blanco de Blanco, el chiquitín de su casa, el de baja alzada, el tordito muy aclarado, con un corazón que no le cabía en el pecho.
El Cid era uno de los caballos que se te queda grabado en la patata; su paseo por el paddock atraía la mirada de jóvenes y ancianos, de aficionados y ocasionales visitantes; tan blanco, tan frágil... Vaya pedazo de caballo era El Cid.
Caballo nacional, hijo de yegua nacional, criado en la Nacional Yeguada Audele, la de los Romera, preparado por Quique Romera y montado, en las mejores ocasiones por Ceferino Carrasco Reyna, el que me mandó al garete al cruzar de General a Preferencia cuando era apenas un mocoso (yo, que Ceferino, ya peinaba canas), y sobre todo, montado por el Paquito Rodríguez de las grandes ocasiones, el Paquito Rodríguez aprendiz, el Paquito Rodríguez firme y elegante a caballo, el que se bajaba en coche a Aranjuez con la calefacción a tope y las ventanas cerradas para poder perder unos cuantos kilos antes de las carreras.
Qué grande ver un corazón tan grande en un caballo de carreras. El corazón de El Cid tendría capacidad de querer, eso seguro; y se sentiría atraído por Sacara y por Avalancha y por Rivellora y por Platinada, y por alguna algo más madurita, como Smetana o Tranora. Eso seguro. Y Tranora le cantaba "El día que me quieras, carita de azucena" y El Cid se ponía loco de contento.
Supongo que antes, cuando los caballos nacionales tenían un mayor peso específico en el panorama hípico español, nos emocionaba ver el triunfo de nuestros caballos. Nos gustaba ver cómo ganaban carreras Príncipe Duero (nacional, hijo de nacional - el gran Frisco -, de cuadra nacional - Corellana, chaqueta verde gorra roja -, con Paulino García), o Carnaval (cuadra Hinaes -chaquetilla negra, gorra blanca - montado por ejemplo por Espinosa, e hijo de otro nacional de rango - el no menos grande Caporal -).
Yo me emocioné con El Cid en el Gran Premio de Sevilla, y aunque no ganara, en el Gran Premio de Príncipe Duero, donde reaparecía y derrochó su tremendo corazón en una recta que le vino larga.
Qué grande era El Cid, qué bonito, que gran caballo. Pronto tendremos en el hipódromo mayoría nacional; pronto los éxitos de Newango o Buxo serán repetidos por otros muchos, y la victoria de uno de los nuestros, de padre o madre corredores en España, nos llenará de satisfacción....
El día que esto ocurra, carita de azucena, nos daremos cuenta que hemos pasado la travesía del desierto en la que nos metió un individuo de infausta memoria; nos daremos cuenta que la cosa marcha.
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