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AMONTILLADO: UNA HISTORIA PARA CONOCER
 
Autor Mensaje
Carlos Miguel
Registrado: 28 Abr 2008
Publicado: Mar Abr 29, 2008 10:21 am    Asunto: AMONTILLADO: UNA HISTORIA PARA CONOCER  

Hace unos días leí en este foro una bonita referencia a Amontillado que me removió miles de sentimientos. Y al leer aquel escrito de mi amigo Lorgot (amigo al que no conozco pero que desde ese día ya lo es) pensé que la historia de ese caballo merecía ser conocida.
Amontillado fue un buen caballo de carreras (de primera parte alta de hándicap y carreras de pesos fijos de 2ª categoría)) hasta que al final de sus tres años sufrió una lesión irreversible que le apartó de las pistas. Tras pasar más de dos años en un prado, su anterior propietario decidió acabar con el gasto y mandarlo al matadero.
La suerte, la casualidad, la providencia, una mezcla de todas o vaya usted a saber qué quiso que el camión que le llevaba hacia su fatídico destino se averiara en las inmediaciones del hipódromo un viernes cualquiera. Hasta que se resolviera la avería, el desahuciado Amontillado fue dejado ese fin de semana en la cuadra de quien había sido su preparador, Ceferino Carrasco Ñolo. El viejo Ceferino sentía un especial cariño por el caballo, al que él mismo había domado de potro, y en la mañana del sábado se lo llevó a un callejón y le hizo trotar y galopar. Al verlo, sus ojos se iluminaron tanto como los de un caballo que parecía saber que su vida dependía de ese momento.
Esa tarde, como cada tarde de sábado desde hacía mucho tiempo, Ceferino preparó un par de sillas en el patio de su cuadra. Sus destinatarios eran un padre y un hijo que cada fin de semana se acercaban al hipódromo sin más pretensión que ver de cerca los caballos y tomar al aire. De todos es sabido que el hipódromo es un medio bastante hostil para el desconocido, pero desde el primer día aquel padre y su hijo encontraron en la cuadra de Ceferino un lugar acogedor donde charlar de cualquier cosa, pero, sobre todo y por encima de todo, de caballos. De Lovely Gold, de Samurai, de Briviesca, de Bacarrá y, desde aquel maravilloso sábado, … de Amontillado. Ceferino tardó cinco minutos en convencer al padre y al hijo de que el caballo tenía futuro, que estaba curado, que volvería ser el que fue. Era tal su entusiasmo y su convencimiento que apenas hubo nada más que hablar. Pero por si acaso quedaba una sombra de duda, el viejo Ceferino sentenció: “Es el caballo más agradecido que he tenido en mi vida, y sé que va a agradecernos lo que vamos a hacer por él”. Y Amontillado empezó a hacerlo muy pronto.
Su recuperación y su progresión fueron espectaculares y sus primeros galopes parecían los de un potro. Aunque, en realidad, eran los de un viejo caballo que intentaba aprovechar y disfrutar una segunda oportunidad que, sin embargo, estuvo a punto de truncarse. Por aquellos días, la Sociedad de Fomento aprobó una norma por la que se prohibía correr en carreras de liso a aquellos caballos que no hubieran ganado una carrera o una determinada cantidad de dinero en premios en los dos últimos años, justo el periodo en el que Amontillado había estado cicatrizando sus heridas. El plazo para aplicar la nueva norma comenzaba en el inicio de la temporada de primavera. Así que, alterando todos los plazos previstos, el viejo Ceferino tuvo que modificar sus planes y trasladarse a Sevilla. Allí, en la última jornada, todavía fuera de forma, fuera de distancia y con el top de la escala en una numerosa segunda parte de hándicap, Amontillado iba a intentar ganarse su derecho a seguir corriendo. Todavía se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo su remate en tromba por todo el exterior de la pista con la monta de Ceferino Carrasco hijo. La foto-finish, una corta cabeza, un suspiro que pareció una eternidad, dejó aquel día en el aire el futuro deportivo de Amontillado. Pero el viejo Ceferino tardó apenas unos segundos en exclamar: ¡”Pues habrá que correrle en vallas”! ¡Y corrió! ¡Y vaya si corrió! ¡Y saltó! ¡Y ganó! ¡Vaya si ganó!
Se convirtió en uno de los mejores caballos de vallas del hipódromo, ganó el Gran Premio de esta especialidad en San Sebastián con la monta de Angel Collado por delante del excepcional Gliceryus de la cuadra Mendoza y de New Ball. Y todavía tuvo tiempo para volver al liso con 7 años y ganar una carrera con la monta de Ana María García.
Su vida deportiva concluyó tras ganar casi dos millones de pesetas en premios de los de entonces. Fue con 8 años en una carrera de vallas en la que sufrió una fractura múltiple de rodilla que no le impidió terminar cuarto, en foto (¡otra vez la foto!) para el segundo puesto.
Ha llovido mucho desde entonces, y aquel niño que iba con su padre al hipódromo los sábados por la tarde es hoy un asiduo lector de este foro, con el que disfruta y se indigna a partes iguales. Un lector de este foro al que le encantaría leer y recordar muchas más historias de caballos y caballeros que no merecerían nunca pasar al olvido. Como Amontillado y como el viejo Ceferino.
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