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PAQUILLO JIMÉNEZ
 
Autor Mensaje
Leonard Quercus
Registrado: 13 Dic 2006
MensajePublicado: Vie Abr 18, 2008 12:09 pm    Asunto: PAQUILLO JIMÉNEZ  

Hasta hace muy poco tiempo yo pensaba que Paquillo Jiménez había sido el jinete sin fortuna de Le Dorat en un premio gordo disputado en La Zarzuela a mediados de los ochenta. La Naviere, forero de cuentagotas y de pro y persona exquisita y cordial, me corregía de forma subterránea haciendo gala de una piedad insondable:
-Paquillo Jiménez no pudo ser el conductor de Le Dorat aquella tarde lejana –me dijo, benévolo-. En esa época Paquillo era aún demasiado joven como para defender con garantías en una carrera las opciones de un pura sangre.
Yo, atónito por tamaña prueba de amabilidad, le agradecía el detalle con todas mis fuerzas:
-Te agradezco el detalle con todas mis fuerzas, La Naviere. Tal y como están las cosas por el foro el error me hubiera supuesto dos horas de disputa con muchos en general y una semana de gresca con otro en particular.
Es cierto. Las aguas bajan revueltas últimamente y ya casi no es posible recordar el devenir de un coloquio que no se haya visto salpicado por algún cruce de improperios endosados en lengua florida o en el que no se haya incluido alguna ironía o algún sarcasmo no contemplados como encantadores.
No siempre ha sido así. Y tampoco es mentira que contiendas las ha habido desde el principio: a mí un tal Risto Mejide me bautizó hace más o menos un año como el pelmazo del foro solamente por pedir yo a Cludmilor imagino que con vehemencia que no abandonase la página, Brezo me soltó una tarde siete u ocho meses atrás creo que sin venir a cuento que yo escribo muy mal (opinión perfectamente respetable, claro está) y alguien llamado o que se hace llamar Félix Lozano Fifo (o algo así) me lanzó allá por Navidad y por privado (esta vez seguro que sin venir a cuento) cinco palabras muy reveladoras: “eres un facha de mierda”.
A mí me cuesta tanto olvidar las críticas como los halagos. Quisiera, como nos sugería Pitágoras, grabar las gentilezas en el mármol y los agravios en la arena, mas no lo consigo. No lo consigo, señorías.
El caso es que hoy no quería hablar de mí. Ni tampoco de Risto Mejide, el ficticio, que seguirá asombrando al mundo por su facultad sobrenatural para la técnica del apodo respetuoso, ni de Brezo, crítico literario de los mejores y pronosticador a ciencia cierta que infalible. Y ni siquiera quería hablar hoy de Félix Lozano Fifo, periodista político quizá sin parangón, padre enigmático de nuestra Carta Magna, gobernador de los fenómenos atmosféricos, señor de la Justicia y la Razón y equitativo de postín.
Paquillo Jiménez es uno de mis jockeys preferidos. Pegador escaso, gran rematador, cabalgante sosegado, es para mí uno de los Top Five.
Paquillo Jiménez, que era muy joven en los tiempos de Le Dorat -en los tiempos de bastantes de entre nosotros-, está por estos días y por estas lindes en boca de muchos, en este foro que un día tenía mucho de mejor foro del ciberespacio y muy poco o casi nada de campo de batalla.
España por entonces, cuando lo de Le Dorat, también era joven, como Paquillo, y ni el más visionario de entre los que fueron imaginaba un siglo XXI cargado de tantos adelantos tecnológicos. Lo malo es que a menudo los adelantos tecnológicos bajo el sol de estos meses se usan más para hacer el mal que para hacer el bien y lo peor es que, usualmente, aquellos a los que se afrenta a través de los mecanismos que nos proporcionan estos adelantos son los más grandes. Ya lo decía el Eclesiastés:
“Miré todas las obras que se hacen; y he aquí que todo ello es vanidad y aflicción de espíritu. Lo torcido no se puede enderezar y lo incompleto no puede contarse (...).
Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que esto era aflicción de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia y quien añade ciencia añade dolor”.
Paquillo Jiménez es un número 1. Sé que no pocos objetarán que para ser un buen jockey no hace falta contestar a las frases de ánimo que reciben en el paddock o posar alegre para las fotos de las más enfervorizadas seguidoras (que aquí también las hay, señores) porque uno no le exige al carpintero que amenice su presencia contando chistes de Eugenio mientras trabaja si no lo hace y te coloca una puerta relinda o una alacena milagrosa, pero, por suerte o por desgracia, vivimos una etapa en la que los héroes de nuestros niños no son los carpinteros o los que se suben a un andamio a doscientos metros de altura para aprovisionar de argamasa a quien lo necesite o los adolescentes que estudian y trabajan para ayudar económicamente en casa, sino las bailarinas descalzas de Fama o los danzadores de torso desnudo y trencitas de rastafari o los futbolistas que marcan chicharrazos por la escuadra o se duermen la siesta en los autobuses. Y quién sabe si habrá algún niño o alguna niña que adornen las paredes de sus habitaciones con las fotografías de los profesionales delgaditos que aparecen entre las páginas de la revista...
Se hablaba no ha mucho por aquí de nuevo sobre las condiciones que debe atesorar un número uno. Paquillo Jiménez, a mi entender, las tiene: pegador escaso, gran rematador y cabalgante sosegado, no se me irá nunca de la cabeza que, la mañana que se llevó el gato al agua con Lourival en el Gladiateur, me guiñó un ojo cómplice en su retorno hacia el paddock por el pasillo en el que se hermanan vencedores y vencidos después de que yo, anónimo entre la multitud, le felicitase por su hazaña.
Leía yo una vez que si las personas conociésemos el efecto que alguna de nuestras palabras causa en las vidas de otras personas muchos de los hablantes hubieran preferido coserse la boca antes de nada decir con un hilo de enfardelar.
Se escribe que Paquillo Jiménez está atravesando un bache, una mala racha. Yo pienso, en cambio, que no hay tal mala racha y sí, acaso, escasez de oportunidades. Como le apunté a La Naviere también a través de una misiva privada no creo que Rodrigo Díaz de Vivar hubiese alcanzado tan altas cotas de inmortalidad si en vez de la Tizona hubiera blandido una longaniza ni que hubiera reconquistado a esta España nuestra cabalgando a una morsa en lugar de a Babieca.
Estoy seguro de que Paquillo va a continuar en la cresta de la ola durante muchos años y de que yo me alegraré de ello. Estoy seguro de que volverá a guiñar su ojo cómplice muchísimas otras veces, que va a seguir amable contestando frases de ánimo, que dará no pocos ratos de gloria al turf de nuestro país a lo largo de mucho tiempo y de que, el domingo, peleará la victoria tanto con Oráculo como con Fair Challenger (como dice la chica de megafonía).
Y de que habrá quien siga viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio y quien vea plagios y no homenajes. Y habrá quien me tache de sermoneador de inepto de facha o de pelmazo, pero esta vez no me importará: no lo grabaré en el mármol ni lo grabaré en la arena.
Hagamos un uso bueno de las tecnologías con que nos agasaja este futuro que nosotros estamos viviendo y otros no pudieron ver ni con los ojos más adelantados y sigamos el ejemplo de La Naviere o de Paquillo Jiménez: dos números 1 para cualquier lista de héroes que se precie.
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NON NOBIS, DOMINE, NON NOBIS; SED TUO NOMINE DA GLORIAM
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